Con este artículo no pretendo
despreciar al economista Juan Ramón Rallo, sino dar mi opinión adoptando
una actitud crítica sobre su vídeo explicativo sobre la disparidad entre el
precio que se paga a los agricultores y el precio final del producto a
disposición de los consumidores.
Para la lectura de este texto es
recomendable ver el vídeo publicado en el canal de Juan Ramón Rallo que
os dejo en el siguiente enlace.
Pues bien, haciendo referencia a su
vídeo, donde deja de manifiesto que no es cierto que los distribuidores se
queden con el grueso margen que existe entre el precio final y el precio pagado
a los agricultores, debo, en mi opinión, discrepar enormemente.
Ante la defensa de que los distribuidores
son un eslabón más de la cadena de valor del producto agrícola (naranjas,
mandarinas o limones por ejemplo), por lo tanto aportan y añaden valor al
producto, no únicamente limitándose a transportar el alimento de un sitio a
otro, aunque ha sido la única referencia nombrada por el reputado economista, debo
dar mi negativa en esta ocasión.
Particularmente pienso que el mayor
riesgo lo soporta el agricultor, que es quién se quedará sin comer cuando
el clima sea desfavorable o quien ve como sus costes de producción aumentan con
la obligación del uso de nuevos productos fitosanitarios cada vez más numerosos
y caros, entre otros…
A la hora de realizar su análisis
particular, nos dice el economista y profesor que esto no es debido a la
existencia de un problema monopolístico ni de la estructura del mercado, es
decir, con la gráfica hecha por el Ministerio de Agricultura que él
mismo tiene delante y está analizando, es capaz de formular semejante afirmación,
diciendo que no es posible exprimir más los márgenes, mostrándonos cómo los
beneficios de grandes superficies como Carrefour o Mercadona son como
máximo de un 3% y queriendo justificar así la pérdida económica de los
agricultores pasando por alto el detalle de que el margen obtenido por las
empresas distribuidoras ronda el 20%. Además cabe puntualizar que ese 3%
obtenido por las grandes superficies no es del todo cierto, éste pudiera ser
mucho mayor, ya que esto es un error de base, y es que al enseñarnos la cuenta
de pérdidas y ganancias de Carrefour o Mercadona, ésta nos muestra los
ingresos y los beneficios TOTALES de todo el negocio, es decir, incluyendo
cosmética, tecnología e informática (en el caso de Carrefour) y todas las demás
áreas con sus productos que ofertan estas cadenas, no únicamente de las
naranjas, las mandarinas, o productos provenientes de agricultores. Por este
motivo no estoy de acuerdo con la afirmación de que está muy “apretado” el
mercado como para pagar más a los agricultores.
Existe otro problema a pesar de su
negación, y es que al contrario de lo que se pueda pensar, existen muchos
agricultores que no poseen gran cantidad de tierras y/o cosecha, (no son
latifundios) y esto conlleva a que gran cantidad de agricultores no posean
ningún poder de negociación frente a los mayoristas o distribuidores que
compran su mercancía. Tienen que aferrarse al precio que les digan y tomarlo o
dejarlo perder, porque no poseen un almacén para resguardar su producto mientras
recolectan la cosecha, o no poseen camiones para transportar y acudir a otro distribuidor
con mejores precios, es decir, en muchos casos, el agricultor depende del
precio que le da el mayorista que haya en su pueblo, o cerca de él, y es por
esto, que por desgracia, aquí no opera la mano invisible que regula oferta y
demanda, imponiendo el distribuidor el precio que él considera, además de que
la demanda puede ser fácilmente paliada por las grandes superficies ofreciendo productos
sustitutivos, en el caso de la naranja, con naranjas de procedencia extranjera, demostrando
así que a las grandes superficies les importa más bien poco que se ofrezca producto
nacional si tienen otro que es mucho más barato (debido a la falta de controles
de calidad y tratamiento del producto, pero eso lo dejaremos para otro
artículo) y por ende se vende más.
Para finalizar, querría exponer que la
subida del salario mínimo interprofesional (SMI) aumenta los costes de
producción de toda la cadena de valor, disminuyendo los márgenes de beneficios
de todos quienes operan en ella (agricultores, distribuidores y grandes
superficies), no obstante, es fácil presuponer que las grandes superficies gravarán
el producto final con un aumento de su precio para mantener su margen de
beneficios, mientras que para los distribuidores le será más fácil mantener su
margen de beneficios pagándole menos al agricultor, que tiene menor voz y menor
poder de negociación que una gran superficies como Mercadona o Carrefour.
Así que como resultado de la subida
del salario mínimo, ¿Qué es lo que obtenemos? Pues que todos los incrementos de
gastos de producción de la cadena se reparten entre los agricultores, que son
los únicos que no han conseguido vender más caro (o comprar más barato como en
el caso de los distribuidores), y el consumidor final que compra la naranja/mandarina,
que ahora es más cara.
Aclarar que los costes de producción
aumentan en todas las partes de la cadena de valor siempre y cuando se le esté
pagando a la mano de obra el salario mínimo, es decir, si la mano de obra ya
cobraba más del actual salario mínimo, no afectaría prácticamente en nada.
Esto es una valoración crítica y personal,
la economía es una de las ciencias más discutibles y en numerosas ocasiones
comparada con la clarividencia debido a la dificultad de predecir el futuro y
de adivinar lo que ocurriría si “moviéramos” una variable, teniendo en cuenta
que existen miles de variables y que todas o casi todas están correlacionadas.
Comentarios
Publicar un comentario